sábado, 22 de febrero de 2014

¿Podrá continuar la vida como la conocemos sin abejas ni abejorros?

La polinización de los cultivos, esencial para la alimentación de la humanidad, está en peligro por la creciente desaparición de abejas y abejorros en todo el mundo. Un problema que ya puede considerarse global según el informe publicado por el PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente).


 
LA IMPORTANCIA DE LAS ABEJAS
Las abejas, esos insectos aparentemente insignificantes, tienen una importancia crucial en nuestra vida cotidiana. Intervienen en la obtención de comida, son los mayores polinizadores a nivel mundial, pero a su vez se encuentran amenazadas por el sistema de producción alimentario.
Millones de abejas mueren cada año y su población disminuye a marchas forzadas.
Las abejas se alimentan principalmente del néctar que contienen las flores de las plantas, y al tener un cuerpo muy peludo actúan como polinizadores. El polen se adhiere a su cuerpo y lo van trasportando de una flor a otra al alimentarse.
La abeja melífera, productora de miel, puede visitar entre 50 y 1000 flores en un viaje y puede hacer de 7 a 14 viajes por día. En una colmena puede haber unas 25.000 abejas.
La FAO afirma que de unas 100 especies de cultivo que proporciona el 90% del alimento en el mundo, 71 se polinizan gracias a las abejas.

¿POR QUÉ SE ESTÁN MURIENDO LAS ABEJAS?
La ONU está preocupada. Teniendo en cuenta que un 75% de los cultivos del mundo dependen de la polinización de las abejas y otros insectos, no es de extrañar que el organismo encargado de la supervisión de la biodiversidad del planeta, el IPCC, fundado en 2012, instase a los expertos a documentar las causas científicas que las están matando. Los índices de mortandad de hasta el 15% se consideran normales, pero la media actual es del 30 por ciento llegando en las poblaciones más críticas al 80%.
Existen al menos tres causas globales que explican el fenómeno:
Primera causa: ácaros y hongos asesinos. La varroosis (enfermedad vírica transmitida por un ácaro que deforma las alas de las abejas) conocida como DWV y el parásito Nosema ceranae (un hongo que va debilitando la colonia hasta que otras enfermedades oportunistas acaban con ellas) pueden infectar a los abejorros trabajadores y reducir considerablemente su vida útil.
Segunda causa: el cambio climático. Su vínculo es muy influyente. Tiene que ver con su incidencia sobre las lluvias y, en consecuencia, sobre los procesos de floración de que dependen las abejas para sobrevivir. La esperanza de vida de una abeja es de cuarenta días. Les da tiempo a volar una media de 800 kilómetros y para que puedan hacerlo la temperatura idónea debe rondar los catorce grados centígrados.
Según la NASA, el último gran despunte del calentamiento global se produjo entre 2004 y 2005, con temperaturas históricas, etapa que coincide con los máximos registros de muertes de abejas en el mundo. Al no existir una floración adecuada, las colmenas entran en el invierno con abejas demasiado viejas, incapaces de superar la estación fría. La mortandad en una colmena por causas relacionadas con el cambio climático puede ascender en los casos más críticos al 80%.
Tercera causa: los neonicotinoides y los agroquímicos. Cuando hablamos de los primeros, nos referimos a una familia de insecticidas introducidos en el mercado en los años 80. Reciben este nombre porque tienen un efecto similar al de la nicotina, que actúa sobre el sistema nervioso. Afecta al sistema nervioso de las abejas. Su control térmico disminuye. No las mata directamente, pero las desorienta y no saben regresar a la colmena.
Fueron dos multinacionales, Bayer y Syngenta, quienes comenzaron a comercializar un tipo de semilla blindada, impregnada con fertilizantes y neonicotinoides. Su función era prevenir las plagas, pero ha terminado en convertirse en un arma de destrucción masiva de las poblaciones de polinizadores.
Por otro lado están los agroquímicos para cultivos transgénicos, únicamente permitidos en España, comercializados principalmente por Monsanto. Las multinacionales defienden que estas sustancias no son nocivas y alegan las grandes pérdidas económicas si se prohibiese su uso.
Debemos tener en cuenta que la productividad obtenida debida a la polinización de las abejas y otros insectos se podría traducir en pérdidas si éstos desaparecen. A parte de la crisis alimentaria que se podría producir.

LOS ABEJORROS SERIAMENTE AMENAZADOS
Las enfermedades detectadas en las abejas melíferas se están extendiendo cada vez más hacia las poblaciones salvajes de abejorros. Un polinizador de vital importancia está viendo mermada su población rápidamente en todo el mundo.
Los abejorros posiblemente contraen enfermedades cuando acuden a las flores después de las abejas infectadas, y a veces, cuando invaden colmenas para llevarse el néctar.
Los abejorros pueden tener el doble de tamaño que las abejas, pueden picar varias veces y no producen excedente de miel, como las abejas. También, según investigaciones recientes, se resienten más por las enfermedades. En general, el abejorro silvestre vive unos 21 días, pero los infectados no más de 15. Y  mientras que las colmenas de abejas tienen decenas de miles de obreras, las colmenas de abejorros no tienen más que unos centenares.
Los estudios han revelado que los abejorros aportan polinización de flores y frutas por valor de 3.000 millones de dólares en EE.UU, mientras que las abejas melíferas redondean unos 20.000 millones.
La desaparición masiva de abejas puede causar a medio plazo, además de un grave daño al sector de la agricultura a nivel global, la disminución y el encarecimiento de los alimentos. Y, citando a Einstein: “Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas, no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres”.



martes, 28 de enero de 2014

De nuevo se tiñe de rojo el mar en Taiji

Cada año se abre a primeros de septiembre la temporada de caza de delfines en Japón, y miles de ellos son masacrados diariamente en la bahía de Taiji hasta el mes de abril, en que se cierra la temporada.

 
UNA CACERÍA SALVAJE
En la bahía de Taiji los pescadores rodean a los delfines, los obligan a varar y los matan con hachas, garfios  y machetes, con lo que los animales mueren lentamente y en una gran agonía. De esta cacería no se salva ninguno, ni crías ni hembras preñadas tienen oportunidad de sobrevivir.
La finalidad de este hecho es la obtención de carne para el consumo humano, o bien la captura de unos pocos ejemplares vivos, “los más agraciados”, para su venta a zoológicos y acuarios.
En Japón se cazan, anualmente, unos 20.000 delfines.
Es una práctica similar a la matanza de focas que se produce en Canadá o a la caza de ballenas de Japón, pero menos conocida. Sin embargo, un documental impulsado por el activista Ric O’Barry y dirigido por Louie Psihoyos, ha logrado que se conozca este atentado contra el medio ambiente. Se trata del documental “The Cove”.
 
“THE COVE”: EL DOCUMENTAL
Muestra la investigación llevada a cabo en Taiji por un equipo de la organización conservacionista Save Japan Dolphins. En 2010 ganó el Oscar al mejor documental.
Equipados con cámaras ocultas, los activistas consiguieron grabar la caza de delfines y documentar el lucrativo negocio que representa el tráfico de cetáceos. Los mejores ejemplares son vendidos  por unos 115.000€ a los acuarios y zoológicos de todo el mundo, donde son explotados. La carne de los demás, que contiene un elevado nivel de mercurio y otros elementos tóxicos, se vende en los supermercados de Japón.
La matanza está protegida por la policía y las autoridades japonesas, que tratan de impedir cualquier acceso al conocimiento de las crueles y sangrientas artes de pesca.
 
QUÉ DEFIENDEN LOS PESCADORES/QUÉ DEFIENDE LA CIENCIA
Los pescadores defienden su práctica como una costumbre local y argumentan un punto importante: es un animal como cualquier otro que se consume como carne. El argumento choca brutalmente con los grupos ambientalistas. No obstante, hay un factor que lo cambia todo. La Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), en Vancouver, Canadá, solicitó que los delfines y las ballenas sean declarados como “personas no humanas”, dadas las similitudes existentes entre el cerebro humano y el de estas especies.
La cultura es piedra angular de las sociedades y del respeto  a esas costumbres depende la diversidad de los pueblos del mundo, pero cuando daña puede empezar a ser juzgada. Por este motivo, debemos decir basta a la matanza de los delfines en Japón.