viernes, 14 de diciembre de 2012

Delta del Níger: un delta de petróleo y sangre

El Delta del río Níger se extiende a lo largo de 75.000 kilómetros cuadrados en la zona sur de Nigeria. Es una región densamente poblada. Allí viven unos 31 millones de personas perteneciendo a más de 40 grupos étnicos. La riqueza en recursos naturales es la mayor del país: la selva configura un paisaje de tierras agrícolas, bosques y acuíferos, con gran valor en biodiversidad. Una biodiversidad amenazada desde la década de los sesenta, cuando comenzó la explotación petrolera.

NIGERIA
En Nigeria hay 140 millones de habitantes y 250 etnias, es el país más poblado de África. Más del 70% de sus habitantes viven bajo el umbral de la pobreza, a pesar de ser el primer país productor del continente y el sexto del mundo, con más de dos millones de barriles diarios. Según el Banco Mundial, la riqueza del petróleo está en manos  de un 1% de la población. La región del Delta del Níger produce un 75% del petróleo nigeriano, y provee el 50% de los ingresos estatales, pero sólo recibe en contrapartida un 13%, que no puede llegar a su destino debido a la brutal corrupción política del país.

ORÍGENES DEL CONFLICTO
Todo empezó con la guerra de Biafra (1967-1970), que se inició cuando la región del sur se autoproclamó república independiente, tras una grave matanza de la etnia dominante del norte, los hausas, contra 20.000 igbos, una de las etnias del sur. Además, y no por casualidad, por aquel entonces la producción petrolera del sur empezaba a ser importante. Tras tres años de destrucción y terribles hambrunas, la guerra se saldó con la victoria del gobierno central. Desde entonces, la producción, con un 50% en manos de Shell, se ha incrementado enormemente, sin tener en cuenta el respeto a los habitantes ni al medio ambiente. Las instalaciones de Shell ocupan más de 31.000 kilómetros cuadrados.
En un principio, la lucha era pacífica. Destaca el movimiento de los ogonis, que han sufrido genocidio, expolio y destrucción ecológica, cuyas reivindicaciones y movilizaciones contra Shell, en los años noventa, sensibilizaron al mundo tras la ejecución de su líder, el poeta Ken Saro-Wiwa y otros ocho activistas. Más tarde, en 1998, una de las etnias mayoritarias del delta, los ijaws, de unos diez millones de personas, en la declaración de Kaiama, manifestaban su voluntad de luchar por sus derechos y su tierra. La mayoría de los jóvenes ijaws sobrevive difícilmente de la pesca, cada vez más diezmada por la contaminación. Las condiciones de vida son infrahumanas. Normalmente, en las poblaciones del delta no hay electricidad, ni escuelas, ni agua potable, ni hospitales, ni servicios sociales. La lucha armada ha supuesto una válvula de escape y un ideal para ellos. Desde entonces, los enfrentamientos armados entre los guerreros ijaws y el ejército han ido aumentando, hasta que en el 2006 nace el Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger (MEND), que ha conseguido ser una seria amenaza para las compañías petroleras y el gobierno.
Lo que ellos denominan guerra de sangre y petróleo, basada en sabotajes, secuestros o ataques directos a la policía y al ejército, consiguió reducir en el 2009 la extracción petrolera en un 30%, lo que fue un argumento de peso para forzar al gobierno federal a negociar. No obstante, han surgido dudas sobre la transparencia y viabilidad de un proceso de paz muy complejo. La corrupción política, las mafias y el contrabando de petróleo robado y armas han motivado la aparición de grupos armados mafiosos nacidos al amparo de empresas con intereses en la región.

FRUTOS DE LA JUSTICIA INTERNACIONAL
El caso, presentado por cuatro campesinos y pescadores nigerianos, ha llevado a Shell a la justicia en Holanda. Es el primero de una firma con sede central en Europa que responden por contaminación en otro país. Los demandantes aseguran que los vertidos de crudo (entre 2004 y 2007), destruyeron sus comunidades y piden una compensación y la limpieza de sus tierras. De conseguirlo, pueden sentar un precedente que facilitaría la petición de indemnizaciones a otras petroleras si contaminan fuera de su territorio.
Hasta la fecha, el delito derivado de este tipo de vertidos no había salido de las cortes nigerianas, pero ya ha sido aceptado por un juzgado de La Haya.
La rama holandesa de Amigos de la Tierra ha ayudado a los cuatro afectados por el daño causado durante medio siglo de búsqueda y obtención de petróleo sin auténtico control.
Por otra parte, Amnistía Internacional ha informado de que la información de Shell es enormemente inexacta. Según la evaluación llevada a cabo por la empresa estadounidense Accufacts Incs, la cantidad de petróleo vertida cada día en la zona de Bodo, durante 72 días, fue de entre 1.440 y 4.320 barriles.

Los países africanos, están gravemente afectados desde hace muchos años no sólo por los efectos del calentamiento global, sino también por la devastación humana y ecológica provocada por la extracción de sus recursos naturales. Según las palabras del arzobispo Desmond Tutu: “Sólo tenemos un mundo. Si los poderosos creen que se escaparán del desastre protegiéndose con porras, se equivocan. O nadamos ahora, o nos hundimos juntos”.



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